Al escribir esta nota, está por celebrarse la sesión legislativa donde se votará la ratificación del recién nombrado Secretario de Hacienda y Crédito Público, Rogelio Ramírez de la O, la cual se espera que transcurra sin contratiempos, dadas las calificaciones y la amplia experiencia del nuevo Secretario, quien cuanta con un Doctorado en Economía por la Universidad de Cambridge, en Inglaterra.
Sin duda, estos casi tres años de nuevo gobierno, han estado caracterizados por un crecimiento económico negativo, acentuado por la crisis sanitaria originada por el virus SARs COVID 19, que originó la caída más aguda en la economía de los años recientes, impactando la recaudación de ingresos tributarios, principal fuente de financiamiento del gasto público.
De hecho, desde 2019 fue necesario echar mano de los ingresos ahorrados en el Fondo de Estabilización de Ingresos Presupuestarios (FEIP) así como de algunos de los recursos transferidos a Fideicomisos sin estructura orgánica, para poder cumplir con las metas financieras programadas para estos primeros tres años de gobierno.
Adicionalmente, el Servicio de Administración Tributaria inició un intenso y comprensivo programa de fiscalización y de recuperación de créditos, que contribuyó a que la caída en la recaudación del impuesto sobre la renta fuera solo marginal, coadyuvando a mantener los techos financieros dentro de los programados, en beneficio de la disciplina financiera presupuestal.
En este año 2021, la vigorosa recuperación que se está registrando en las exportaciones e importaciones, en buena medida auspiciadas por la dinámica que está mostrando la economía de los Estados Unidos, está impulsando la recaudación de impuestos indirectos (IVA, IEPS) asociada a estas operaciones, apoyando también la generación de ingresos tributarios.
Sin embargo, una vez agotados estos impulsos al crecimiento económico y a la recaudación, que están básicamente explicados por el efecto base de la fuerte caída en el PIB de 2020, se proyecta para 2022 un crecimiento económico más modesto, cuya permanencia deberá estar validada por un crecimiento sostenido en la inversión, tanto pública como privada, que posibilite la recuperación plena de los empleos perdidos durante la pandemia, y nos ponga en una ruta de crecimiento económico estable y sostenido.
De tal suerte, agotadas ya las diferentes fuentes de ingresos adicionales para apuntalar la obtención de ingresos propios, la estrategia para incrementar el ISR, debe descansar en incrementar la productividad del trabajo, ya que esto se debe traducir en mayores salarios reales, los que a su vez, considerando que la tarifa para el pago del ISR es progresiva, debe redundar en una mayor recaudación de ISR a las personas físicas.
Obviamente, una mayor productividad del trabajo debe conducir a un mayor crecimiento económico y a mayores utilidades empresariales, lo que debe impactar favorablemente la recaudación del ISR empresarial.
El círculo virtuoso continúa con la recaudación de impuestos indirectos, ya que una mayor masa salarial, conduce a mayor consumo, y en consecuencia, a una mayor recaudación de IVA y de IEPS.
Finalmente, esto no termina únicamente en el ámbito recaudatorio y de las finanzas públicas, ya que una mayor productividad laboral, debe generar menores índices de pobreza, y mejores condiciones de vida para la población en general.
La mejor manera de incrementar la recaudación, es aumentar el ingreso de las personas y las utilidades de las empresas.
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